VARSOVIA, LA ANTAÑO GRAN CAPITAL JUDÍA DE EUROPA

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A la capital de Polonia, Varsovia, a pesar de los enormes rascacielos construidos tras el final de la larga glaciación comunista, quizá le ocurre como a los Balcanes, es decir, que tiene más historia de la que es capaz de digerir, como hubiera dicho  el genial Winston Churchill. Por Polonia pasaron numerosas ocupantes y su territorio siempre estuvo en disputa entre los grandes poderes, entre el Este y el Oeste. Sin embargo, fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando una buena parte de su patrimonio histórico y legado arquitectónico, amén del drama humano causado por la ocupación alemana del territorio entre septiembre de 1939 y noviembre de 1944, fue borrado del mapa para siempre.
Solamente en el Holocausto se calcula que fueron exterminados unos tres millones de judíos polacos -el 20% de la población judía en todo el mundo- y otros tres millones de polacos murieron en la guerra, la mayor parte asesinados por los nazis o muertos en los bombardeos y ataques a causa de la contienda. Tras la guerra, el país quedó devastado y no se recuperó del todo hasta la década de los ochenta.  Varsovia tenía antes de la guerra una población de 400.000 judíos, siendo la gran capital hebrea de Europa, y después de la guerra apenas quedaron unos miles.
Varsovia padeció los bombardeos nazis, la devastación y posterior destrucción del gueto de Varsovia, luego los heroicos levantamientos de los judíos y los polacos contra los nazis, la ocupación soviética y, más tarde, la larga noche comunista, que bien por desidia o dejadez, o ambas cosas a la vez, abandonó a Varsovia a su suerte. Una vez que los polacos se liberaron del yugo “socialista”, en 1989, la ciudad ha vuelto a recuperar su brío y su fuerza, una energía nueva y un aire renovado que contrasta con tantos años de tedio y grisura. Repasamos, a continuación, algunos de los lugares que no te debes perder de vista en tu próximo viaje, insistiendo especialmente en aquellos que tienen que ver con la vida judía que lentamente emerge tras años de silencio y olvido. 
Los imprescindibles de Varsovia 1. El Castillo Real. Se encuentra en pleno centro de la ciudad y es una buena referencia para buscar nuestro lugar de albergue. En sus alrededores, hay una buena oferta de bares, restaurantes y servicios de todo tipo. El lugar se llama en polaco Zamek Królewski y está flanqueado por la enorme y fotogénica Plaza del Castillo a un lado y el río Vístula a otro. Este castillo, que sirvió como residencia real entre los siglos XVI y XVIII, también tuvo que ser reconstruido tras la guerra. De hecho, algunas de las últimas remodelaciones y mejoras se llevaron a cabo en este mismo siglo. Hoy es un monumento histórico que puede ser visitado. Frente al Castillo Real se encuentra la emblemática Columna de Segismundo, erigida en el año 1644 para homenajear al rey del mismo nombre, Segismundo III. Esta zona, como casi toda la ciudad de Varsovia, quedó muy destruida tras la guerra y fue reconstruida totalmente tras el final de la contienda. (Fuente consultada).
2. El Barbakán. Son las antiguas defensas de la ciudad todavía visibles y que resistieron a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Se encuentran a apenas unos pasos del centro histórico de Varsovia y son los últimos vestigios de las antiguas defensas medievales. Se trata de una fortificación del siglo XVI perteneciente a la muralla de la Varsovia de la Edad Media. Junto con la Puerta Łazienna y la Torre del Polvorín formaban la entrada a la ciudad conocida como Zakroczymska, en pleno centro histórico de la misma.
3. El casco histórico. Arranca desde la gran plaza desde donde se encuentra el Castillo Real y el monumento a Segismundo y termina en los alrededores de la antigua Plaza del Mercado, ambas plazas cuentan con numerosos servicios, comercios, bares, tabernas y restaurantes de todos los precios y cocinas. La zona quedó, como casi toda la ciudad, completamente destruida tras la Segunda Guerra Mundial y ha sido reconstruida por completo de una forma bastante aceptable. Por la noche, tiene una gran vida y los lugares suelen estar atestados de gente. La Plaza del Mercado, configurada por un conjunto de edificios muy coloristas, coquetos y centroeuropeos, data del siglo XVIII y siempre fue el epicentro de la ciudad, desde donde se extendían numerosas, estrechas y pequeñas calles hacia la periferia de la urbe. Conviene desde allí conocer los alrededores e incluso caminar hasta las impresionantes vistas sobre el río Vístula. También está muy cerca de allí la Catedral de San Juan de Varsovia, construida en el siglo XIV en el estilo gótico mozaviano y destruida también en la Segunda Guerra Mundial por los alemanes tras el fracaso del levantamiento polaco contra la ocupación nazi acontecida ese mismo año. 
4. El Museo-Prisión de Pawiak. Es uno de los lugares más siniestros y tristes de Varsovia. Fue una de las más grandes mazmorras de la Gestapo donde los prisioneros y detenidos eran torturados, asesinados y después “desaparecidos” para siempre. Nunca se encontraron los archivos de los ocupantes alemanes y, por tanto, no se conoce el número exacto de asesinados. El edificio fue construido en el siglo XIX y también quedó destruido tras la Segunda Guerra Mundial. Como curiosidad, hay que reseñar que al salir del lugar podemos ver en el suelo como están señalados los límites o “fronteras” de lo que fue el gueto de Varsovia, una gran ergástula que encerró en apenas unos kilómetros cuadrados a casi 500.000 judíos durante unos meses antes de su fatídico final. Antes de ser llevados a los campos de exterminio.
En la enciclopedia wikipedia hemos encontrado esta reseña del lugar: “Tras la invasión alemana de Polonia en 1939 fue una prisión alemana de la Gestapo en Varsovia. Aproximadamente 100.000 hombres y 20.000 mujeres pasaron por la prisión, sobre todo miembros de la milicia polaca clandestina -Armija Krajowa-,y sufrieron todo tipo de penalidades. Aproximadamente 37.000 de ellos fueron ejecutados mientras que 60.000 fueron enviados más lejos a los campos alemanes de la muerte y de concentración”. Y concluye la reseña así:”El 19 de julio de 1944, el ucraniano Wachmeister Petrenko y algunos presos procuraron sublevarse, apoyados por un ataque del exterior, pero fallido. Petrenko y varios otros acabaron suicidándose. En represalias, 380 presos fueron ejecutados el día siguiente. El edificio no fue reconstruido después de la guerra. Su sitio ahora es ocupado por un mausoleo a la memoria del martirio y del museo de Pawiak”. (Fuente consultada y citada).
5. El gueto de Varsovia. Del gueto de Varsovia no queda nada de nada, ya que una vez que la insurrección judía contra los nazis fue acalla por las armas, en mayo de 1943, los ocupantes alemanes destruyeron hasta el último edificio que quedaba en pie, en ruinas o en mal estado. De aquello de lo que no se conserva siquiera un fósil, que no existe físicamente, es que realmente no ha existido. ¡Pero el gueto sí existió! Sin embargo, en lo que fue del gueto de Varsovia podemos contemplar un pedazo del muro, el monumento a los héroes del gueto, el monumento de Umschlagplatz -el centro de reunión para todos los judíos cuando fueron llevados a los campos de la muerte-, el cementerio judío y la calle Prozna -que se conserva casi igual que en la época del gueto-, entre otros lugares. La historia de este trágico y siniestro lugar está narrada en la película El pianista, del director de cine Roman Polanski.  
6. El Museo de la Historia de los Judíos de Polonia. Es un edificio moderno que abrió sus puertas como museo en el año 2013. También es conocido como POLIN y en su interior podremos conocer, a través de muchos materiales didácticos, fotografías y materiales multimedia, la historia del pueblo judío en Polonia, una presencia milenaria que se truncó en la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis enviaron a tres millones de judíos a los campos. Te recomendamos visitarlo con tiempo e incluso dedicarle una mañana al mismo, pues se trata, sin lugar a dudas, quizá del mejor museo de Varsovia. Unas páginas de turismo local lo definen así:”El museo recupera la memoria de la rica convivencia milenaria entre los dos pueblos: el polaco y el judío. Gracias a una exposición interactiva podrás embarcarte en un extraordinario viaje a través de los siglos, pasear por las calles de una judería de los tiempos de preguerra o descubrir los estrechos lazos existentes entre las culturas de ambas naciones. Mención aparte merece el edificio POLIN, cuya asombrosa arquitectura lo ha convertido en todo un referente de la Varsovia moderna”.(Fuente consultada y citada).
7. El cementerio judío. El cementerio judío de Varsovia, llamado también de Odrowaza por la calle en la que se ubicaba, es uno de los monumentos más importantes del arte judío europeo y una de las pocas muestras que quedan en Polonia de la rica presencia hebrea. Polonia fue, sin duda, el principal centro judío de Europa Central y del Este. Lamentablemente, al igual que ocurrió en otras partes de Europa, el Holocausto “barrió” para siempre la vida judía de Polonia, donde ya apenas quedan judíos e instituciones hebreas. Fue fundado este cementerio en 1780 por el comerciante judío Szmul Zbytkower, quien recibió en agosto de este año el privilegio por parte del rey Stanislao  de abrir esta área sagrada en la villa de Targowék, aunque seguramente los primeros entierros en dicha zona sagrada se produjeron en los años cincuenta y sesenta de esa misma centuria. El cementerio inicialmente comprendía 18,5 hectáreas y servía para enterrar a los miembros de las comunidades judías de Praska y Varsovia, donde también había otro cementerio, el de Okopowa, que servía para enterrar a los judíos más pobres de la comunidad de la capital polaca.Está muy cerca del centro histórico y una parte quedó dentro del gueto. Muchos judíos, tras cerrarse el gueto, al parecer se refugiaron en este recinto sagrado para escapar de los nazis y algunos lograron salvar la vida.
8. El Palacio de Cultura y la Ciencia. Es el emblema por antonomasia de la dominación y colonización comunista de Polonia durante más de cuarenta años. Se erige en el centro financiero, comercial y económico de la capital polaca, muy cerca de la estratégica estación de trenes Varsovia Central y de la calle Aleje Jerozolimskie, una de las principales arterias de la ciudad. Sobre este lugar hemos encontrado una reseña que reproducimos a continuación:”La construcción comenzó en 1952 y fue acabada en 1955. Un regalo de la URSS a Polonia. Trabajaron en ella 3500 personas, de las cuales 16 fallecieron en tareas de construcción. La arquitectura del edificio está muy ligada a otros rascacielos construidos en la URSS durante la misma época, en especial con la Universidad de Moscú. Sin embargo, el arquitecto principal, Lev Rudnev, incorporó algunos detalles arquitectónicos, fruto de ir viajando por toda Polonia y observar su arquitectura. Las paredes monumentales están encabezadas con pedazos de mampostería copiados de casas renacentistas y palacios de Cracovia y Zamosc”. (Fuente consultada y citada).
9. El Museo de la Insurrección de Varsovia. Tras soportar lo indecible, la ocupación y la destrucción de su país, amén del asesinato de miles de civiles indefensos que, en su mayoría, constituían la elite del país, los ciudadanos de Varsovia se levantaron contra los nazis el 1 de agosto de 1944. El precio que pagaron fue muy alto: 250.000 civiles murieron en los bombardeos y represalias cometidas por los alemanes y otros 40.000 combatientes perecieron en el levantamiento. Aparte de las bajas humanas, la ciudad fue devastada y casi borrada del mapa. Hitler nunca perdonó a los polacos esta “ofensa” y ordenó la destrucción total de Varsovia. De todos estos luctuosos hechos da cuenta este museo que te recomendamos encarecidamente. También te aconsejamos que te tomes tu tiempo en la visita, ya que los materiales didácticos y las filmaciones que ofrece la muestra son de primera calidad.
10. El parque de Lazienki. Si quieres escapar durante un rato del tráfico, el turismo y el ajetreo de la ciudad, pasando un momento poético alejado del bullicio y el ruido, este es lugar ideal para hacerlo en Varsovia. El recinto abrió sus puertas oficialmente  en 1624. Es una suerte de pulmón para la ciudad de Varsovia y vendría ser lo que el Parque del Retiro es la ciudad de Madrid. Aparte de un lago y un jardín botánico, este parque de ochenta hectáreas alberga el monumento al compositor Chopin y algunos bellos palacetes e interesantes pabellones, entre los que se destacan el Palacio en la Isla, el Palacio Belvedere, el Anfiteatro, la Casa Blanca y el Templo de Diana.
11. El barrio de Praga. Recomiendo especialmente este barrio porque sin ser especialmente monumental y exuberante, es auténticamente polaco en todo el sentido de la palabra. En primer lugar, porque fue el barrio que durante la Segunda Guerra Mundial quedó menos dañado y sufrió menos la destrucción sistemática a la que sometieron a toda la ciudad los brutales ocupantes alemanes, tal como relata muy gráficamente en su libro El pianista del gueto de Varsovia el músico Wladislaw Szpilman, obra que sirvió para dar forma al guión de la película de Roman Polanski El pianista, en su versión española. El barrio de Praga conserva el espíritu y la identidad de una auténtica ciudad polaca y está menos contaminado por el turismo, que muchas veces altera la idiosincrasia y la cotidianidad propias de los lugares.
12. El Museo Katyn. No es un museo que vayas a encontrar en las guías ni en las páginas web que vas a visitar sobre los principales lugares que debes conocer en Varsovia. Sin embargo, a pesar de ello, te recomiendo este lugar porque relata una de los episodios menos conocidos en Europa occidental de la historia de Polonia: el asesinato de 21.000 polacos, mayoritariamente oficiales, policías y militares,  a manos de los ocupantes soviéticos del país, en 1940, en la ciudad de Katyn. El asesinato en masa, al parecer ordenado por Stalin y ejecutado por el pérfido Lavrenti Beria, su álter ego al frente de los servicios secretos, fue descubierto en 1943 por los alemanes, a los que los soviéticos trataron de culpar del mismo infructuosamente. Este lugar recuerda a las víctimas y cuenta toda la historia de una forma pormenorizada, didáctica y muy gráfica. Muy recomendable, además la entrada es gratis.

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