TRANSNISTRIA, ¿OBJETIVO FINAL DE PUTIN EN ESTA GUERRA?

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Transnistria, ¿objetivo final de Putin en la guerra contra Ucrania?

Ricardo Angoso

Transnistria, un pequeño país enclavado entre Moldavia y Ucrania, se alzó en armas contra los moldavos en 1992, con la ayuda del XIV ejército ruso, y se “independizó” en esa misma fecha tras una breve y cruenta guerra civil. Moscú lo sostiene política y económicamente, pese a que sus autoridades aseguran que anhelan su independencia total de Moldavia. Ahora, a pesar de que para muchos no está en el punto de mira del Kremlin, podría ser el objetivo final del sátrapa ruso, Vladimir Putin, en esta guerra, toda vez que conseguiría su gran corredor territorial desde el Donbás hasta Transnistria, uniendo a todos los territorios anexionados por los rusos, pasando por Crimea y los estratégicos puertos ucranios de Mariúpol y Odesa.

De la misma forma que la Segunda Guerra Mundial comenzó de la forma más nimia y por un motivo casi meramente superficial utilizado por los nazis para comenzar su expansión en el continente y dominar a Europa, como fue la crisis de los Sudetes, ahora Europa parece encaminarse a un conflicto de idénticas características sin ser consciente de su destino y con unas circunstancias igual de parecidas. En ambos casos, convergen un líder con delirios nacionalistas y totalitarios, como lo son Vladimir Putin y Adolf Hitler, salvando las distancias históricas e ideológicas, y un proyecto expansionista y con apetencias hacia sus vecinos, como lo son la Rusia del sátrapa ruso y la Alemania nazi. 

Pero volviendo a la historia reciente de Europa, hace más de treinta años, concretamente en julio de 1991, estallaba la guerra de los diez días entre la recién independizada Eslovenia y las tropas federales del ejército yugoslavo, en lo que parecía ser una escaramuza más entre ambas fuerzas y que, sin embargo, acabó desembocando en un sinfín de guerras civiles yugoslavas. La batalla, que apenas duró dos semanas y terminó con la derrota de los yugoslavos de un forma humillante, dio paso después a las guerras croata, bosnia, macedonia y, años más tarde, al no cerrado conflicto del Kosovo, que comenzó en el año 1999. Casi diez años duró esta tragedia que dejó en el camino miles de muertos, millones de refugiados y desplazados y una destrucción material y económica de la que apenas han ido saliendo estos países de la región balcánica.

De la misma forma que entonces, conocemos hoy cuándo y cómo comenzó la guerra de Rusia contra Ucrania, pero nadie sabe a ciencia cierta cuándo será el final y cuántos países se verán inmersos en la misma. Por ahora, todos los vecinos de Ucrania, pero sobre todo Eslovaquia, Hungría, Moldavia y Polonia, y en menor medida Bielorrusia, ya están sufriendo en sus carnes la llegada de auténticas riadas de refugiados y eso que apenas la crisis acaba de comenzar. Más de seis millones de ucranios ya han salido de su país, nadie sabe cuando podrán regresar. Ucrania ya arde en llamas y algunos tememos que Moldavia puede ser la siguiente en la lista.

MOLDAVIA, ENTRE EL MIEDO Y LA INCERTIDUMBRE

Hace unos tres meses estuve en Chisinau, la capital de Moldavia, cuando ya sonaban los tambores de guerra en Rusia y todo el mundo temía lo peor. Salí de allá el 23 de febrero de este año, al día siguiente Rusia atacaba e invadía Ucrania y los peores pronósticos, aquellos que todos los moldavos esperaban, pero rezaban para que no sucedieran, se cumplieron con fatídica perfección. La maquinaria militar rusa, preparada desde hacía meses para dar su brutal zarpazo a la indefensa Ucrania, que apenas se creía que la amenaza se podía hacer realidad, atacó por tierra, mar y aire a esta nación europea. Desde hacía mucho tiempo,  el presidente norteamericano, Joe Biden, y sus servicios secretos venían alertando al mundo de los planes de Rusia para perpetrar su agresión y llevar al mundo frente al abismo en el que estamos ahora. El líder norteamericano, Biden, desgraciadamente acertó. Había comenzado la segunda Guerra Fría.

Muchos ahora en Moldavia temen que una vez que Ucrania haya sido ocupada, invadida y sometida al invasor genocida -no merece otro nombre-, el dictador moscovita ponga sus ojos en este pequeño país desconocido para todos o, quién sabe, en Georgia. Hay miedo, se palpaba en las calles y en las miradas, en los medios y en los cargos oficiales que invitaban a la prudencia. Nadie sabe qué pasará y qué ocurrirá mañana, si la máquina militar rusa que apenas acaba de atacar a su vecino, acabará dirigiendo sus fuerzas hacia otros escenarios, como pudiera ser la olvidada Transnistria. Pobre Moldavia, tan cerca de Rusia y tan lejos de Dios. La OTAN no intervendría si Rusia atacara a Moldavia.

Ahora, pese al estancamiento de la ofensiva de Moscú en el Donbás y algunos reveses en otras partes de Ucrania, que podrían haber costado miles de bajas al Ejército ruso -pese a que Moscú no aporta datos fiables sobre los caídos en la guerra-, los últimos ataques y bombardeos rusos sobre la ciudad de Odesa hacen presagiar los más negros augurios. Una vez que haya caído totalmente Mariúpol, que hasta hace apenas unos días seguía ofreciendo algunas bolsas de resistencia al ocupante ruso, Rusia podría dirigir sus fuerzas, por tierra, mar y aire, hacia la ciudad de Odesa.

ODESA, PIEZA CLAVE EN LA ESTRATEGIA RUSA

Odesa, junto con el puerto de Mariúpol, constituye la salida natural de Ucrania al mar Negro y de consumarse su previsible ocupación por parte rusa, le sustraería a este país de sus dos principales puertos con los que se comunica con la economía global. Odesa, además, se encuentra muy cerca de la frontera con Moldavia y muy cerca de la región separatista y alzada en armas de Transnistria. De consumarse la ocupación de Odesa, algo que no se produciría de la noche a la mañana, dados los problemas que están encontrando los rusos en su guerra contra Ucrania y también por la heroica resistencia que ofrecen los ucranios, esta ciudad está a menos de cien kilómetros de la capital de Transnistria, Tiraspol, y podría constituir una excelente  base militar para continuar Rusia con su campaña militar. Un anexión de esta región por parte de Rusia, tal como han señalado numerosos analistas y medios, es un escenario que no debe descartarse, desbordando los actuales límites territoriales de la guerra hacia Moldavia, un país pobre, sin apenas ejército y que no es miembro de la OTAN.

Además, el Ejército ruso contaría con algo más de 2.000 soldados estacionados en Transnistria, que fueron los que apoyaron la secesión en su momento frente a Moldavia y después pasaron a ser una “fuerza de paz”, y junto con las fuerzas que ya tiene a las puertas de Odesa, repartidas entre las que ocupan Jersón y las estacionadas en Crimea, formarían una pinza contra las fuerzas ucranianas que defienden Odesa. La caída de esta ciudad, vista la resistencia que ofrecieron los ucranios en Mairúpol y en otros lugares, tampoco parece cuestión de días pero Odesa seguirá estando en el punto de mira de Moscú. Una vez cerrado el paso al mar Azov a Ucrania, tras la caída de Mariúpol, el mar Negro es el siguiente objetivo de los rusos.

¿Y QUE ES TRANSNISTRIA?

Transnistria es un país “independiente”, con autoridades, bandera, sistema postal, banco central y moneda propia, el rublo transnistrio, pero que no cuenta con el reconocimiento de la comunidad internacional, y que solamente con el apoyo de Rusia ha logrado  mantenerse en la escena durante 31 largos años sin ser ocupada por Moldavia, que la considera una parte irrenunciable de su territorio. El XIV ejército ruso contribuyó notablemente a la “independencia” de Transnistria y sus fuerzas todavía permanecen acantonadas en ese territorio, incluso controlando sus fronteras y puestos de control.

Luego Transnistria es un lugar curioso y exótico, como detenido en el tiempo, y donde todavía pervive la nostalgia por el pasado soviético. Paseando por su capital, Tiraspol, podemos encontrar numerosos restos del pasado socialista y buenas muestras de ese periodo en algunas de sus calles. Una gran escultura de Lenin podemos verla frente al palacio presidencial y todavía quedan numerosos monumentos, esculturas y murales del pasado soviético, incluyendo el símbolo comunista de la hoz y el martillo en varios de sus símbolos patrios, como en su moneda y su escudo.

Por otra parte, Transnistria es una suerte de Puerto Rico de Europa del Este que, aunque territorialmente está en Europa, se siente más cerca de Moscú por lazos culturales, lingüísticos, religiosos y sociales. Sus habitantes hablan el ruso, usan el alfabeto cirílico, practican la religión ortodoxa y su moneda es el rublo transnistrio; nada que ver con Moldavia. No se sienten moldavos ni quieren vivir en Moldavia, como los puertorriqueños que quieren gozar del sueño norteamericano y no quieren ni oír hablar de América Latina. Las tropas rusas, de llegar a entrar en Transnistria, sí serían recibidas con flores y aplausos.

Como ya hemos explicado, aunque Transnistria está geográficamente en Moldavia, alejada territorialmente de Rusia, sus gentes, en la gran mayoría, se sienten rusos y muy orgullosos de su pequeña patria. Esta pequeña entidad política, reconocida solamente por otros «países» tampoco reconocidos por la comunidad internacional, como son los casos de Abjasia, Osetia del Sur y Nagorno Karabakh, se siente espiritualmente más afín a Rusia, desdeñando su pasado integrado durante la época soviética a Moldavia, país culturalmente en la órbita rumana. 

Pero, por razones geográficas, solamente se puede acceder a Transnistria desde Moldavia, donde parten numerosos autobuses desde su capital, Chisinau, hacia Tiraspol y Bender, las dos principales ciudades de este país que nunca encontraremos en los mapas. Moldavia sigue sin reconocer a esta entidad política, aunque hay una frontera entre los dos “países” tutelada por soldados rusos que te piden el pasaporte, y las autoridades de Transnistria nunca han mostrado ningún interés en volver a la madre patria porque se sienten más rusos que moldavos. Sin embargo, en los últimos tiempos se han incrementado las relaciones económicas de este territorio con otras naciones y ahora el comercio con la UE representa el 60% de sus exportaciones, habiendo diversificado su economía y  mostrando una mayor autonomía con respecto a Moscú.

Aparte de estas consideraciones, Transnistria sigue siendo un “país” muy estable. Tanto el poder económico como el político convergen en un grupo empresarial liderado por un antiguo ex agente del KGB llamado Viktor Gusan y principal organizador del grupo Sheriff, que tras la implosión soviética fue acumulando empresas públicas y monopolios que aún conserva en sectores claves como las gasolineras, la industria, la telefonía móvil, la exportación de vino y coñac transnistrios o la importación de Mercedes-Benz.

A los pocos años de la independencia, Transnistria había consumado su transición de una economía centralizada en el Estado a una economía centralizada en el grupo Sheriff de Viktor Gusan. Incluso el parlamento está dominado por Gusan, fundador de su propio partido, Renovación, y que obtuvo en las últimas elecciones al Soviet Supremo -así se llama todavía el parlamento de Transnistria- 29 de los 33 escaños en juego. “Según cálculos de expertos, el grupo de Gusan paga más de la mitad de los impuestos que recauda el Gobierno de Tiraspol, controla más del 60% de la economía legal y  de los muchos negocios ilegales que se siguen haciendo en Transnistria”, aseguraba el periodista Manuel Gascón, en una información cifrada en Bucarest. Conquistar Transnistria no traería grandes problemas a Rusia, cuyas fuerzas sería recibidas con los brazos abiertos y sin apenas resistencia.

Sin embargo, la guerra de Ucrania ha roto todos los puentes de nuevo entre Transnistria y sus vecinos, Moldavia y Ucrania, ya que las simpatías prorrusas de este pequeño “país” causan grandes recelos y desconfianza en ambos, que lo consideran una quinta columna de Moscú. Pero, paradójicamente, el temor a que Rusia pueda acabar atacando a Moldavia y se anexione Transnistria, ha provocado que miles de sus habitantes hayan cogido sus vehículos y huido hacia Ucrania, Moldavia y Rumania. Miles de transnistrios tienen pasaporte rumano o moldavo y se calcula que desde la “independencia”, en 1991, la mitad de la población de Transnistria (algo más de 300.000 personas) podría haber abandonado este micro país. Es obvio que los transnistrios prefieren vivir en el futuro en sus “enemiga” Moldavia que en un país ocupado por los rusos cuya incierta suerte dependerá de los caprichos del invasor.

 

TRAS ODESA, MOLDAVIA PUEDE SER LA SIGUIENTE

Ahora, ante la previsible caída de la importante ciudad portuaria de Odesa en manos rusas, Transnistria está de actualidad nuevamente en los medios. Si cayera esta urbe ucrania, antaño una joya de la corona del Imperio ruso, Rusia privaría a Ucrania de su salida a los mares Negro y Azov, incomunicando al país por mar y sustrayéndole de sus fuentes de aprovisionamiento a través de sus puertos. De esta forma, si  Odesa es ocupada por los rusos, Ucrania perderá su principal nexo y vínculo con el mundo y las fuerzas rusas se situarían muy próximas a Transnistria. De Odesa a Chisinau sería un paseo militar, apenas algo menos de doscientos kilómetros, y la tentación de que Rusia se anexione este territorio, siguiendo los pasos de lo que ya ha hecho en Crimea y, seguramente, en el Donbas, es un temor extendido y realista de las autoridades legítimas de Moldavia.

Las agresiones de Rusia a sus vecinos datan del año 1991, cuando implosionó la extinta Unión Soviética, y desde Moscú se alentaron los procesos secesionistas de Abjasia, Osetia del Sur y la misma Transnistria, en una estrategia para controlar a esos territorios y debilitar a los nuevos Estados nacientes situados en la periferia del nuevo “imperio” ruso. Un ataque directo a Moldavia, tal como ahora parece pretender Rusia anexionándose Transnistria, desbordaría los límites territoriales de la guerra en Ucrania y podría tener consecuencias impredecibles para todos. ¿Qué haría Occidente en ese caso, quedarse con los brazos cruzados como en Ucrania? El riesgo de que el conflicto ruso-ucraniano se desborde y degenere en una tercera guerra mundial, tal como ha advertido el canciller ruso Serguéi Lavrov, es cada vez más real y cercano.

Sostengo que el gran objetivo militar de Rusia en esta guerra, aparte de la anexión por parte de Rusia de una buena parte del territorio de Ucrania, como Crimea y el Donbás, sigue siendo la creación de un gran corredor territorial desde los territorios ahora ocupados hasta la frontera con Moldavia y anexionarse Transnistria, la región secesionista más prorrusa de toda Europa del Este.

Moldavia apenas tiene ejército para defenderse, Occidente le ha dado escurridizas respuestas de defensa en caso de ser atacada y Rusia sabe que los europeos son expertos en el arte retórico sin apenas hechos, como tantas veces ha ocurrido a lo largo de su historia; desde la crisis de los Sudetes hasta la guerra que ahora vivimos en Ucrania.  Transnistria, ni tampoco Moldavia, podría ofrecer resistencia a los rusos y sería ocupada  sin rechistar en días.  Atentos, Moldavia vuelve a estar en el punto de mira de Moscú y la guerra, lejos de terminar, se estanca y alarga sin que nadie tenga la respuesta acerca de cuándo será su final. Por ahora, reina la calma chicha en Transnistria.

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