LAS HORAS MAS CRITICAS DE ISRAEL
El problema del actual ejecutivo israelí es que ha priorizado los
objetivos militares sobre los políticos, debilitando a los actores
internacionales que median a su favor (Egipto, Estados Unidos y, en
menor medida, Europa), en aras de ganar una guerra imposible de ganar
y dejando en un segundo plano el objetivo de liberar a los rehenes.
por Ricardo Angoso
Los últimos movimiento del Ejército israelí, en el sentido de
continuar con los ataques en la Franja de Gaza para machacar a la
cúpula de Hamás y con ataques selectivos contra algunos de sus
dirigentes, con los consiguientes daños colaterales que hay en toda
guerra, están desbaratando la estrategia política de los tres
principales mediadores -Qatar, Estados Unidos y Egipto- ,que tratan en
vano de buscar una tregua entre las partes y un abrir un cauce mínimo
para un diálogo (¿?) entre el Estado hebreo y la organización
terrorista que rige el destino de los palestinos de Gaza.
Ahora, mientras esperamos un inminente pero casi seguro ataque de
Irán, quien es quien mueve los hilos de casi todo que ocurre desde
Teherán hasta Gaza pasando por Irak, Siria y el Líbano, el primer
ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sigue desdeñando la política, en
un viaje hacia ninguna parte que puede tener fatales consecuencias
para el Estado hebreo, y empeñado en la destrucción total de Hamás, o
al menos de la mayor parte de sus dirigentes, un objetivo todavía muy
lejano y que no está claro que pueda conseguir al menos en el corto
plazo.
Aparte de estas consideraciones, la situación se está desbordando,
como si fuera un alud descontrolado que crece y crece mientras se
desliza por la pendiente la bola de nieve de la catástrofe anunciada,
y los recientes ataques de Hezbolá contra objetivos israelíes,
incluyendo el que asesinó a doce niños drusos, vuelven a mostrar a las
claras que este partido-milicia armada mantiene intacta su capacidad
operativa para golpear objetivos israelíes y causar estragos, como
estamos viendo con la emigración masiva en las aldeas del Norte de
Israel. La catástrofe anunciada, para dejarlo claro, sería una guerra
de inciertos resultados al estilo de las del pasado de Israel contra
todos sus vecinos árabes.
Una guerra total contra Israel, con los frentes abiertos en Irán,
Siria, el Líbano, Gaza y Cisjordania, tendría fatales consecuencias
para todos, incluyendo a los aliados de Israel, y podría polarizar de
nuevo al mundo árabe, tal como ocurrió en las guerras de 1948, 1956,
1967 y 1973. Sería el peor resultado para los cálculos de un Netanyahu
cada vez más aislado internacionalmente, perdido en su laberinto
caliente de sangre, terror y odio y enredado en un marasmo primitivo
guerrero entre la ceguera y la falta de una visión estratégica a
futuro, sin tener en sus miras una perspectiva política copernicana
que desenrede la actual madeja enredada en que se ha convertido la
región.
Netanyahu está ciego de odio desde el 7 de octubre, lo cual es lógico
y respeto, pero esa ceguera le ha llevado a una inacción política que
estamos pagando, con la ausencia de nuestros rehenes y los ya
sacrificados tras su muerte, y que pagaremos en el futuro. La guerra
no puede ser solo la respuesta, la política tiene que ser la
continuación de la misma por otros medios. Todos defendemos sin
fisuras el legítimo derecho de Israel a defenderse desde el 7 de
octubre, pero tenemos nuestros corazones y nuestras mentes
compartiendo el dolor inmenso de los rehenes y sus familias.
NUESTRO CORAZON ESTA CON LOS REHENES
Seguramente, de los 135 rehenes inicialmente secuestrados, y por los
que miles de israelíes en todo el mundo se manifiestan activamente por
su libertad en la calles, más de la mitad podrían estar muertos
-siento decirlo así por sus esperanzadas y luchadoras familias- debido
a las difíciles condiciones de vida padecidas durante su secuestro,
asesinados por los terroristas o fallecidos de sobrevenida “muerte
natural”. Quizá ese puede ser parte del juego perverso de Netanyahu,
el de obviarlos para poder continuar su cruzada, aunque nunca lo haya
puesto sobre la mesa de su consejo de ministros ni sugerido, pero no
cabe duda que cada día que pasa las posibilidades de que un mayor
número de rehenes se sumen a la lista de canjeados o liberados con
vida disminuye. El tiempo se acaba, sino se ha agotado ya.
Así las cosas, y analizadas las actuales circunstancias en que la
guerra de Gaza no disminuye en intensidad y la situación regional es
precaria en términos de seguridad, Israel se enfrenta a enormes
desafíos y se encuentra inmerso en un escenario regional realmente
complejo, me atrevería a decir como uno de los más críticos de su
historia.
A la política israelí, más concretamente al ejecutivo de Netanyahu,
le falta más nervio político y abandonar la ofensiva militar en Gaza
tras más diez meses de campaña sin haber logrado los objetivos
prefijados. Muy pronto se cumplirá un año del fatídico 7 de octubre y
si Israel sigue en guerra sin haber conseguido la liberación de los
rehenes que siguen vivos, puede que el cansancio de su opinión pública
se haga más estridente y que sus aliados incondicionales en la escena
internacional agoten su paciencia y el Estado hebreo se quede aún más
solo. Todo ello con el telón de fondo de las elecciones
norteamericanas, que aportan un grado mayor de incertidumbre en el
panorama internacional, aunque nunca ha habido grandes cambios ni
giros radicales en la política exterior norteamericana con respecto a
Israel ganen los demócratas o los republicanos. Es tiempos de actuar,
de negociar, y dejar que las balas den paso a las palabras.