LA MAYOR TRAGEDIA DE LA HISTORIA: EL HOLOCAUSTO

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ND: Nuestro amigo el Dr. Ricardo Angoso nos permitió publicar éste artículo suyo, en conmemoración del día internacional de las víctimas del Holocausto,  que fue publicado en la revista “Las 2 Orillas”, interesante leer su publicación la cual habrá sido leída por una buena cantidad de público no judío, – hemos editado una palabra-.
Seis millones de judíos murieron en los campos de concentración de Treblinka, Auschwitz y otros tanto. El 27 de enero es el día mundial de las víctimas del holocausto
La vida humana es la primera de las grandes pérdidas de una  guerra, la desaparición de una sola persona no justifica ninguna causa política ni de otro carácter. El Holocausto no sólo significó la eliminación total de la vida judía de casi toda Europa Central, del Este y los Balcanes, sino también la destrucción de un importante legado cultural -un patrimonio arquitectónico milenario-, el final de una presencia social y humana que aportaba a Europa un plus de modernidad y cosmopolitismo y, resumiendo, el cierre de una página forjada durante siglos en la que los judíos se habían integrado en casi todas las naciones del continente. Como fruto de ese proceso, se había formado una identidad colectiva que se nutría de sus propias raíces religiosas y culturales y la europeidad, y los hebreos contribuyeron de manera más que efectiva a la maduración de un rico legado que vivía de sus esencias intrínsecas y de los valores europeos.
Pero volviendo al aspecto humano, sin dejar de lado otras cuestiones, las víctimas totales del Holocausto alcanzaron a los seis millones de judíos europeos, pero principalmente procedentes de Alemania, Austria, Croacia, Francia, Grecia, Hungría, Holanda, Moldavia, Lituania, Polonia, Rumania y Ucrania. Allá donde llegó el nazismo, a través de la conquista violenta y brutal, se desarrolló de una forma sistemática, organizada y planificada la eliminación de toda forma de vida judía.
El caso más paradigmático: Polonia Polonia fue el país ocupado por los nazis donde más judíos murieron y donde la tristemente conocida como “solución final” fue llevada hasta sus más drásticas consecuencias. Más de seis millones de polacos murieron durante la ocupación nazi (1939-1944) de Polonia, de los cuales tres millones eran de origen judío. La vida hebrea de este país desapareció para siempre y hoy sólo nos quedan en pie sus tumbas, mudas testigas de un pasado que no volverá.
Desde la ocupación nazi de Polonia, en septiembre de 1939 después de un ataque relámpago que provocó la Segunda Guerra Mundial, los judíos sufrieron en sus carnes la persecución. Nada más llegar las nuevas autoridades de la Alemania de Hitler, en 1939, se decretaron las primeras medidas contra las poblaciones hebreas en todo el país.
Los judíos polacos murieron, mayoritariamente, en los campos de concentración abiertos por los nazis en Treblinka, Auschwitz, Sobibor, Chelmno y Belzec, en las acciones llevadas contra las poblaciones hebreas a cargo de los “Einsatzgruppen” -escuadrones salvajes que llevaban a cabo grandes matanzas sin miramientos de ningún tipo- y en los guetos abiertos por los alemanes en las ciudades y pueblos de Polonia. Más de 400.000 judíos vivían en Varsovia antes de la guerra y la mayor parte de esa población fue recluida en el gueto del mismo nombre. Casi todos perecieron.
Pese a todo lo que significó el Holocausto y el final de la vida judía en Polonia, hay que reseñar que hubo momentos para la gloria y la esperanza, aun en tiempos de terror, muerte, persecución y miseria, cuando miles de judíos se levantaron, en 1943, en la gran revuelta del gueto de Varsovia, en 1943, contra sus torturadores nazis. Miles de judíos se inmolaron luchando en condiciones de absoluta inferioridad contra la maquinaría nazi y otros centenares prefirieron suicidarse antes que rendirse arrojándose desde los destruidos edificios de Varsovia. Al terminar la guerra, seguramente en toda Polonia no quedaban vivos más de 60.000 judíos.
Las otras tragedias Nos hemos referido tan sólo a Polonia, porque en ese país murieron más de la mitad de los judíos eliminados durante la Segunda Guerra Mundial, pero también los casos de Eslovaquia, Hungría y Rumania son muy paradigmáticos, en el sentido que hubo una gran colaboración por parte de las autoridades aliadas de la Alemania nazi en ese momento y por el alto número de personas pertenecientes a esas nacionalidades que participaron activamente las labores criminales perpetradas durante el Holocausto.

El Holocausto en Eslovaquia reviste unos caracteres muy especiales, en tanto y cuanto se trata de una de las naciones más católicas de Europa y un país que tan sólo colaboró con los alemanes voluntariamente, pero que no fue ocupado oficialmente por los nazis hasta el final de la guerra. Es decir, sirve para desmitificar ese gran mito que presenta el Holocausto como un invento exclusivamente alemán al que fueron ajenos los demás pueblos, supuestamente ocupados y ajenos a la maquinaría criminal nazi. Sin la ayuda de la población local, nunca se hubieran enviado a 70.000 judíos eslovacos a los campos de concentración abiertos por los nazis.

Durante casi toda la Segunda Guerra Mundial, Hungría permaneció como fiel aliada de la Alemania nazi y siguiendo las directrices antisemitas con respecto al trato a los hebreos. Lo mismo hizo con los gitanos que vivían en su país. Sin embargo, no es hasta la ocupación del país, en marzo de 1944, cuando los fascistas húngaros, bajo la atenta dirección y consejo de una delegación presidida por Adolf Eichmann, comienzan con el envío de miles de judíos a los campos de la muerte abiertos por los nazis. En muy poco tiempo -apenas un año-, más de medio millón hebreos de origen húngaro morirían en los campos de concentración

Luego está el terrible caso de Rumania, otro de los países donde mayor número de víctimas se presentó. Siendo uno de los países de los Balcanes con un antisemitismo más acendrado y una herencia política marcada por el autoritarismo y la presencia de fuertes movimientos de carácter fascista, el gobierno de Ion Antonescu (1940-1944) colaboró activamente con los ocupantes alemanes en la “solución final”. Rápidamente, en apenas tres años de colaboración con Hitler, los hombres de Antonescu acabaron con la vida de casi 300.000 judíos y también, de paso, con la (milenaria) presencia hebrea en estas tierras.

Hemos recogido tan sólo estos ejemplos de algunos países donde más duramente golpeó el Holocausto pero la lista sería interminable y rebasaría los límites de este artículo. Finalmente, a este drama humano habría que añadir la destrucción material de una cultura que había sido parte del acervo continental y tenía un sello inconfundiblemente europeo.
Termino estas líneas, en el día del recuerdo del Holocausto en todo el mundo, con un poema de Gabriela Mistral al referirse al sufrimiento de los judíos polacos:Con tus gemidos se loa arrullado el mundo, y juega con las hebras de tu llanto. Los surcos de tu rostro, que amo tanto son cual llagas de sierra de profundos.

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