LA DESTRUCCION DE LOS CEMENTERIOS JUDIOS, UN CAPITULO DESCONOCIDO DEL HOLOCAUSTO

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LA DESTRUCCION DE LOS CEMENTERIOS JUDIOS, UNO DE LOS CAPITULOS MÁS DESCONOCIDOS DEL HOLOCAUSTO

Centenares de cementerios judíos fueron destruidos por los nazis y sus verdugos voluntarios en los países ocupados durante el Holocausto como parte de un programa destinado a borrar de la faz de Europa la milenaria herencia judía. Casi lo logran. 

por Ricardo Angoso

La destrucción del patrimonio arquitectónico, cultural y material de los judíos de Europa era una parte del programa nazi para acabar con la “judería” europea, de tal forma que en el continente no debía quedar ni rastro de la presencia milenaria de millones de judíos, ni tampoco de sus instituciones, viviendas y propiedades, incluyendo aquí a los cementerios. Esta destrucción de los cementerios, programada en varios países ocupados por los nazis en Europa a partir de septiembre de 1939, en que se produce la ocupación de Polonia tras un ataque relámpago y su posterior rendición, tenía como finalidad el ultraje a las comunidades judías y también un significado religioso, en el sentido de que se pretendía homogeneizar a estos países sin que quedaran otras minorías religiosas, incluidos los judíos.

Para los judíos, la tierra del cementerio es considerada santa y se debe realizar una ceremonia especial a partir de su inauguración. De acuerdo a la tradición religiosa hebrea, las sepulturas son sitios sagrados y deben permanecer inalterados a perpetuidad. El establecimiento de un cementerio es una de las primeras prioridades para una comunidad judía. La compra del terreno y el mantenimiento para su funcionamiento es generalmente financiado mediante un fondo común de la colectividad residente en la zona donde se ubica cada cementerio y casi todos los miembros pertenecientes a la misma, en función de su nivel económico, deben participar en dicho fondo. 

Los nazis, al destruir los cementerios, sabían que era la mejor forma de castigar a los judíos antes de exterminarlos para que perdieran toda esperanza con respecto a su futuro, incluso después de asesinados. Aparte, el nazismo desde sus orígenes quería cambiar la fisionomía de todas las ciudades de Europa, tal como ya había hecho en Alemania y Austria previamente, y destruir todo rastro material de las comunidades judías. 

Por ejemplo, en la tristemente conocida como la Noche de los Cristales Rotos, en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, más de 1.000 sinagogas y 7.500 tiendas y negocios judíos fueron incendiados y destruidos por manadas de fanáticos nazis atizadas por las Secciones de Asalto y toleradas por las fuerzas de seguridad alemanas para cometer toda suerte de tropelías. También 30.000 judíos fueron apresados por los nazis y enviados a los campos de la muerte. Acababa de comenzar el Holocausto y, muy pronto, el terror y la persecución se extenderían por toda Europa. A continuación relatamos la historia de tres de los más conocidos cementerios destruidos por los nazis entre 1939 y 1945.

El cementerio de Salónica. La ciudad griega de Salónica, conocida como la “Jerusalén de los Balcanes”, era la gran capital sefardí del Imperio Otomano. Llegados tras la expulsión de los judíos de España, en 1492, los sefardíes organizaron una de las mayores comunidades judías de Europa. El periodo de máximo esplendor de la comunidad judía de Salónica fue entre los finales del XIX y 1914, año en que comenzó la Primera Guerra Mundial, y la ciudad contaba con decenas de sinagogas, hospitales, clínicas, varios periódicos en ladino, teatros, numerosas instituciones educativas, religiosas y deportivas. También  los judíos participaban activamente en la vida social, política y económica de la ciudad. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial, y tras ser asignada la ciudad a los nuevos ocupantes griegos por los aliados, muchos judíos se irían de la urbe y se asistió a un cierto declinar de la vida hebrea de Salónica, también propiciado por una gran incendio en la ciudad en 1917 que dejó a miles de judíos con sus viviendas destruidas. 

En abril de 1941, Grecia fue ocupada por Italia y Alemania y repartida en dos zonas de ocupación entre ambos países. Los alemanes entran en Salónica el 9 de abril de 1941 y, siguiendo el guión previamente ensayado en otros países ocupados por los nazis,  comenzaron a perseguir a los judíos y prohibirles la entrada a los lugares públicos, cerrar todos sus periódicos, saquear sus instituciones previamente selladas y limitar sus actividades sociales, económicas y profesionales.

Luego le llegaría el turno al cementerio judío. Realmente el mismo no fue destruido por los nazis, sino por griegos que, imbuidos por el antisemitismo más primitivo, se lanzaron a la destrucción del cementerio judío de Salónica con verdadera saña. Según el reputado historiador Mark Mazower, los nazis dieron luz verde a una propuesta de los griegos y en concreto del gobernador de Macedonia, Vasilis Simonides, y el ayuntamiento de la ciudad. La comunidad judía fue engañada y les dijeron que las tumbas serían transferidas a otra comunidad, lo cual no era cierto. 

El ingeniero municipal Athanassios Broikos, al frente de unos 500 obreros, fue el responsable de la destrucción total del cementerio, mientras muchos judíos imploraban a los griegos por que detuviesen los trabajos pero fue en vano. La mayor parte de las lápidas fueron destruidas, otras vendidas para ser empleadas en la construcción de carreteras, vallas defensivas, incluso trincheras y edificios y una parte de las sobrantes fueron confiscadas por los nazis para ser empleadas en baños públicos y hasta en una piscina para oficiales nazis. Muy pocas fueron rescatadas de las manos genocidas, entre ellas algunas de las que se encuentran en el Museo Judío de Salónica. De los 60.000 judíos aproximadamente que vivían en Salónica en 1939 se calcula que algo menos de dos mil sobrevivieron al Holocausto.

El cementerio de la Hamburger Strasse de Berlín. Este cementerio estuvo en funcionamiento desde 1672 hasta 1827, siendo el más antiguo de Berlín. Aquí está enterrado Moses Mendelssohn (1729-1786), filósofo, padre fundador de la Ilustración judía y abuelo del gran compositor Felix Mendelssohn.  A principios del siglo XIX, el cementerio albergaba más de 2.600 tumbas. Durante las últimas fases de la Segunda Guerra Mundial, 242 fallecidos o asesinados en la misma fueron enterrados aquí en 16 fosas comunes. Como no hay límites claros que separen a los enterrados en el pasado de los enterrados durante la guerra, el nuevo jardín conmemorativo se construyó y restauró en 2007-08, dejando a todos los enterrados tal y como estaban.

Junto a este lugar se alzó también en 1844 el primer asilo de ancianos para la comunidad judía de Berlín. En 1942, la Gestapo transformó el asilo en un centro de concentración  de prisioneros y en 1943 ordenó la destrucción de todo del recinto carcelario. En los campos de concentración de Auschwitz y Theresienstadt fueron deportados y asesinados 55.000 judíos de Berlín, desde niños hasta ancianos.

En 1943, la Gestapo ordenó destruir las tumbas de este cementerio. En todo el terreno del cementerio se abrieron fosas comunes creadas durante la guerra y se destruyeron las tumbas, profanándose los cadáveres. Los nazis  cavaron una zanja a lo largo del cementerio y, en un gesto de inusitado sadismo, se sacaron los huesos de los difuntos del suelo y se destruyeron las lápidas. En abril de 1945, 2427 soldados y civiles muertos en las combates callejeros de Berlín se enterraron en el cementerio. También otros 3.000 judíos muertos o asesinados durante la Segunda Guerra Mundial fueron enterrados en este lugar, pero sin lápidas y muchos sin identificar correctamente.

 

Los cementerios de Lépolis (Lviv).Tenemos noticias de que existieron hasta tres cementerios judíos en Lviv (Leópolis), pero, al parecer, el más antiguo de ellos fue destruido durante la ocupación nazi y rematada su destrucción total durante la era soviética. 

Pero también el Nuevo Cementerio Judío de Leópolis sufrió la destrucción por parte de los nazis,  tal como pude comprobar en mi visita al observar muchas de sus lápidas hechas añicos y abandonadas, y aunque sigue todavía activo se encuentra en un estado lamentable y aparentemente sin que nadie le preste unos mínimos cuidados para su conservación y limpieza, tanto del recinto como de sus tumbas -algunas de un gran valor artístico-.

En una de las páginas web que hemos encontrado de la comunidad judía de Lviv hemos podido leer sobre este lugar una nota detallada sobre el origen del lugar: “El nuevo cementerio judío se inauguró el 24 de agosto de 1855, dos días después del cierre del antiguo. Estaba ubicado en las colinas Pylykhivski, detrás del monte Kortumova y cerca de la calle Yanivska (ahora Shevchenka)”.

En septiembre de 1939, Lviv pasó a formar parte de la Ucrania soviética y, más tarde, en 1941, los alemanes la conquistaron. La población judía era el 33% del censo de Lviv. Había entonces unos 150.000 judíos en la ciudad, incluidos muchos refugiados del oeste de Polonia y otros procedentes de otras partes ocupadas por los soviéticos. La persecución contra los judíos fue implacable y, en julio de 1944, cuando el ejército ruso liberó Lviv, quedaban con vida 2.571 judíos en la ciudad, según datos de la comunidad local. 

Durante la ocupación alemana todos los edificios y casi todas las tumbas del cementerio fueron destruidas. En particular, en la primavera de 1943 los nazis volaron la casa funeraria ceremonial previa al entierro (Beth Tahará). En la época soviética, el cementerio de las colinas de Pylykhivski, que estaba a cargo de la comunidad judía de Lviv, fue también destruido. En los primeros años de la posguerra, a costa de la comunidad se erigió un obelisco en la fosa común cerca de la entrada de la actual calle Yeroshenka, donde se volvieron a enterrar los restos de los judíos ejecutados en el periodo 1942-1943 y los de los antiguos lugares de enterramiento destruidos.

 
 

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