AMSTERDAM JUDÍA

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La comunidad judía de Ámsterdam fue una de las más importantes y antiguas de Europa hasta que el Holocausto, como en otras partes del continente, acabó para siempre con la misma. Las primeras noticias de judíos de Ámsterdam datan del siglo XVI, cuando llegaron miles de judíos sefardíes huyendo de la persecución, primero de España y después de Portugal, y se asentaron en esta ciudad en busca de protección y tolerancia religiosa. De hecho, como procedían de Portugal la mayoría, donde recalaron huyendo de España -aunque también después serían expulsados de nuevo en el año 1497 por la monarquía portuguesa-, en Holanda son conocidos como los judíos portugueses, claramente diferenciados de los judíos askenazíes, una comunidad que adquirió  en el siglo XIX un notable protagonismo en la vida social, económica y cultural de Ámsterdam pero que llegó más tarde a la urbe. Los sefardíes hablaban el ladino, una suerte de español antiguo que se ha conservado hasta el día de hoy y que todavía cuenta con algunas publicaciones escritas, grupos musicales y hasta grupo teatrales. El periodista estudioso de los temas judíos José Taminer Kauber relata así la historia de esta emblemática comunidad: “En la ciudad se creó una nueva comunidad de judíos sefardíes, que creció rápidamente con características muy especiales. Los judíos de origen portugués y de tradición sefardita se dedicaron a navegar los mares del mundo, muchos hicieron fortunas y fundaron nuevas comunidades en Brasil, el Caribe y hasta las Colonias Inglesas. Si pudiéramos recorrer Ámsterdam en el siglo XVII es evocar a los judíos Rodríguez, da Costa, Bueno, Nunes, Osorio y más, que residieron allí muy cerca del lugar en que vivió Rembrandt. Al otro lado de la casa de Rembrandt, en el No. 6, vivía Salvador Rodríguez, que era un mercader y su hermano, Bartolomé Rodríguez en Breestraat n°1, en la esquina de enfrente a la casa de Pinto, cerca del pintor Pieter Isaacszon, vivió Isaac Montalto, el hijo de Elías Montalto, quien había sido el médico de Maria de Médicis, la Reina Madre, en la corte francesa. En la calle de Houtgracht, a una manzana de la casa de Rembrand, vivía Miguel Spinoza. Su hijo, Baruch, fue uno de los filósofos más radicales y denigrados que fue excomulgado permanentemente”. En lo que respecta a los judíos askenazíes, hay que reseñar que eran de origen centroeuropeo y tenían una lengua propia, el yiddish, una mezcla entre el alemán, el hebreo y algunas influencias de las lenguas eslavas donde vivían. Culturalmente, si exceptuamos la religión, no tenían nada que ver con los sefardíes y llegaron a Ámsterdam en el siglo XVII, principalmente, huyendo de las persecuciones religiosas en Rusia, Ucrania, Polonia y otras partes del continente. Buscaban lo mismo que los sefardíes: respeto a su identidad judía y poder practicar libremente su religión.Sin embargo, Ámsterdam adquirió una especial importancia porque se acabó convirtiendo -quizá junto con Salónica, en el Imperio Otomano de entonces- en el principal centro cultural de la diáspora judeoespañola en Europa. Las tres grandes congregaciones que vivían en esta ciudad se unificaron en el año 1652 para formar la comunidad “Beth Israel”. En esos años contrastaba la riqueza y la opulencia de los sefardíes con respecto a la penuria y la pobreza dominante de los desgraciados askenazíes que huían de las terribles matanzas en casi toda Europa del Este. El final de la vida judía Durante los siglos XVIII, XIX y XX esta vida judía discurrió con notables y numerosas expresiones culturales, sociales y económicas, también políticas pues los judíos comenzaron a participar con plenos derechos en la vida de Holanda tras la ocupación francesa del país (1795-1813), en que les fueron otorgados derechos civiles y políticos. Más tarde, la Constitución holandesa de 1848 les consagraría esos derechos y mejoraría notablemente su situación social. Los judíos participaron también en la vida económica de Holanda y hay que destacar la presencia de numerosos negocios en manos hebreas. Los judíos trabajaban en el comercio y la industria, destacando en la joyería, el tráfico de diamantes, la importación de productos exóticos y también en el mundo de la cultura. A principios del siglo XX, Ámsterdam reunía a más del 80% de la población judía de Holanda y constituía casi el 10% del censo de la ciudad. Estaba plenamente integrada en la vida del país en todos los aspectos, habiendo numerosos profesionales hebreos desempeñándose en casi todas las áreas productivas. Así llegamos hasta la entrada de los nazis en escena, ya comenzada la Segunda Guerra Mundial, tal como se cuenta en la página web del Museo Memorial del Holocausto de Washington: “El 10 de mayo de 1940, los alemanes ocuparon los Países Bajos y establecieron una administración civil dominada por las SS (la guardia élite del estado nazi). Ámsterdam, la ciudad más grande del país, tenía una población judía de aproximadamente 75.000 habitantes, que aumentó a más de 79.000 en 1941. Los judíos representaban menos del 10 por ciento de la población total de la ciudad. De ellos, más de 10.000 eran judíos extranjeros que habían hallado refugio en Ámsterdam en la década de 1930”. Unos meses más tarde de la ocupación de Holanda por los alemanes, en enero de 1942, los alemanes comenzaron a trasladar a los judíos de las provincias a Ámsterdam, donde solo se les permitía acceder a ciertas secciones de la ciudad. Sobre su destino final no queda ninguna duda: “Los judíos extranjeros y sin patria fueron enviados directamente al campo de tránsito de Westerbork. En julio de 1942, los alemanes comenzaron a deportar judíos en masa a campos de exterminio en la Polonia bajo ocupación, principalmente a Auschwitz, pero también a Sobibor. La administración de la ciudad, la policía municipal holandesa y los trabajadores ferroviarios holandeses colaboraron en las deportaciones, al igual que el partido nazi holandés (el Movimiento Socialista Nacional o NSB, por sus siglas en holandés). Las autoridades nazis alemanas y holandesas arrestaban judíos en las calles de Ámsterdam y los llevaban al punto de reunión para las deportaciones: el edificio del teatro municipal. Cuando se reunían cientos de personas en el edificio y en el patio trasero, se las transfería a Westerbork, adonde en octubre de 1942 los alemanes enviaron a todos los judíos que estaban en campos de trabajos forzados y sus familias. Al cabo de pocas semanas, se los deportaba a todos a Auschwitz-Birkenau”. (Fuente empleada y citada: Enciclopedia del Holocausto del Museo Memorial del Holocausto de Washington). Al terminar la guerra, como en otras partes de Europa, la vida judía había sido aniquilada para siempre. Según cálculos oficiales de la comunidad judía de Holanda, más de 104.000 hebreos murieron durante el Holocausto sobre un total de una población estimada en 139.000, entre judíos nacidos en el país y refugiados llegados de Alemania y otras partes de Europa huidos de las persecuciones emprendidas por los alemanes en sus países de origen. Ana Frank, la famosa niña perecida en el Holocausto y autora de un diario universal, era uno de estos refugiados alemanes que recalaron a Holanda. Mención aparte merecería la historia del crucero “St. Louis”, un barco alemán que partió de Hamburgo en 1939 transportando a 937 judíos que huían del horror nazi y cuya entrada fue rechazada en Cuba, Canadá y los Estados Unidos. La embarcación tuvo que devolverse a Europa, concretamente a Amberes, y muchos de estos judíos -teóricamente refugiados en Bélgica y los Países Bajos- pasarían después a engrosar la larga lista de víctimas del Holocausto; muchos de estos judíos serían apresados por los alemanes en Holanda tras la ocupación, en 1940. El legado arquitectónico de la comunidad judía 1.- Museo de la Historia Judía. Muy recomendable. Puedes conocer en poco tiempo la rica historia de la comunidad judía de Holanda y encontrarás muchas noticias, historias y anécdotas de los sefardíes, conocidos en este país como los “judíos portugueses”. Entre los materiales de interés que ofrece, hay uno de los pocos retratos de Shabtai Tzvi, un líder religioso judío que se declaró el Mesías en el siglo XVII y que tuvo numerosos adeptos en Ámsterdam, provocando una gran escisión en el mundo judío. Finalmente, al no poder mostrar sus poderes divinos al Sultán de turno y para evitar una segura ejecución, se convirtió al Islam. El edificio, por lo demás, era una antigua sinagoga de los asquenazíes. Por cierto, con el ticket que compres para este museo puede entrar en otros cinco lugares relacionados con el mundo judío, tal como te explicarán al obtenerlo. 2.- Sinagoga Portuguesa y Librería Ets Haim. Quizá es el monumento más importante y representativo de la comunidad judía de Ámsterdam. Está muy bien conservado y se puede visitar casi todos los días del año. Todavía está en uso y data del año 1675, es decir, el siglo XVII, la época de mayor esplendor de la comunidad judeoespañola de la ciudad. La placa en la que se explica la fundación del templo está escrita en portugués antiguo y, como verás, la mayor parte de los apellidos de los fundadores son portugueses. 3.- Monumento a Auschwitz. Está muy cerca de los edificios ya reseñados y es un homenaje de la ciudad de Ámsterdam a los miles de fallecidos en este gran campo de exterminio situado en Polonia. Se puede leer en el mismo: “Nunca más Auschwitz”. 4.- Museo Nacional del Holocausto. Se trata más de un centro cultural y educativo acerca de la dimensión social y humana de lo que significó el Holocausto o la Shoá para los judíos en la historia de la humanidad que de un auténtico museo sobre el tema. Sobre el lugar podemos leer en una de las páginas oficiales de turismo de Holanda el siguiente relato: “La sede del museo, ubicada en la reformada escuela de formación docente (Plantage Middenlaan, 27), es también un recuerdo a las víctimas holandesas del nazismo, ya que se encuentra frente al antiguo teatro utilizado por los nazis como cuartel general para las deportaciones y junto a la guardería donde se enviaban a los hijos de los judíos, y en la que 600 de ellos fueron salvados de la muerte gracias a la actuación de miembros de la Resistencia”. 5.- Memorial Nacional del Holocausto. Es un lugar coqueto, modesto y bien presentado en donde podemos ver algunas de las listas de los judíos holandeses deportados a los campos de la muerte. Se encuentra casi enfrente del Museo Nacional del Holocausto y en el epicentro de lo que fue el antaño barrio judío de Ámsterdam. Además, el lugar está cargado de un gran simbolismo, ya que albergó durante la Segunda Guerra Mundial al centro de deportación utilizado por los nazis antes de enviar a los judíos a los campos. Era el antiguo teatro Schowburg fundado en 1892 y los nazis, tras la ocupación, le dieron el siniestro uso ya descrito. 6.- Plaza Waterlooplein. Era una suerte de “frontera” entre el barrio judío y la ciudad holandesa. Hoy alberga un gran mercado y desde allí podemos iniciar nuestro tour por el barrio judío de Ámsterdam. 7.- Casa de Ana Frank. Fue el lugar donde se escondió, ocultó y escribió Ana Frank, la niña y autora de un diario de sus memorias durante una parte de la ocupación nazi, entre el 9 de julio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944, en que fue descubierta junto con su familia por los nazis en su escondite. Ana Frank vivió apenas 16 años pero le tocaron unos tiempos terribles y turbulentos en que la vida no valía nada. Como muestra de lo que fue el grado de colaboración de la Holanda ocupada con sus terribles invasores, los Frank y sus acompañantes fueron delatados por holandeses y después enviados a los campos de la muerte, aunque hay dudas acerca de si Ana murió finalmente en Auschwitz o Bergen-Belsen. Reserva la entrada con tiempo y siempre a través de internet. Suele haber enormes colas. 8.- Museo de la Resistencia de Holanda. Un pedazo de la historia de Holanda que merece la pena conocer y que muestra de una forma muy gráfica, a través de mapas, fotos, videos, reproducciones gráficas, mapas, carteles y maquetas, la ocupación de Holanda por los nazis, la resistencia heroica de miles de holandeses ante la barbarie nazi y la ulterior liberación a manos aliadas. Se encuentra situado en el mismo barrio judío y te recomiendo visitarlo detenidamente. 9.- Casa-Museo de Rembrandt. La casa se encuentra en pleno barrio judío y al lado de todos los lugares de interés que tienen que ver con la rica vida de esta comunidad en la ciudad. Al parecer, según cuenta una historia de los judíos de Amsterdam, durante algún tiempo albergó una pequeña sinagoga, lo que no sería extraño dada su ubicación. Rembrandt Harmenszoon van Rijn es considerado uno de los pintores más importantes de Holada. La casa donde vivió el pintor entre 1639 y 1658 fue construida entre 1606 y 1607, en la antigua calle Sint-Anthonisbreestraat, actualmente la Jodenbreestraat, al lado del Waterlooplein. 10.- Calle Rapenburgerstraat. Es una calle en el mismo barrio judío que te recomendamos porque sin ser muy especial en la misma se encuentran numerosas edificios construidos entre los siglos XVI y XVIII en los que se albergaron algunos judíos notables de la época y también algunas instituciones fundamentales de esta comunidad, como un internado, un orfanato y un taller de diamantes, por citar tan solo algunas. Es una zona de influencia asquenazí más que judeoespañola y está muy cerca de todos los lugares anteriormente citados.

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