HISTORIA DE UN FALSO EMBAJADOR ESPAÑOL EN BUDAPEST

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Giorgio Perlasca, el falso embajador español en la Hungría fascista que salvó a miles de judíos

Su historia durmió en el olvido durante décadas.

Unos años antes de su muerte, en 1989, le fue reconocido a este hombre su carácter heroico y valiente frente a la maquinaría nazi y sus aliados, los terribles fascistas húngaros.

Sabemos muy poco de la vida privada de Giorgio Perlasca y casi menos de su vida pública, quizá porque él mismo se empeñó toda su vida en vivir en el anonimato y no dar ninguna publicidad a su faceta de héroe. Nacido en el año 1910, en la ciudad italiana de Como, Perlasca vivió la era turbulenta previa a la llegada de los fascistas al poder en su país, en 1922, y se hizo fascista, quizá más por seguir la moda del momento que por convicción profunda. 

 

 

 

Tomó tan en serio su militancia, seguramente más que su profesión de comerciante, en la que nunca destacó, que se fue con los fascistas a luchar con ellos en la guerra de Etiopía, en 1935, y el espíritu bélico caló hondo en su alma porque unos meses después se enroló también como voluntario para luchar con las fuerzas italianas que apoyaban a Franco en la guerra civil española (1936-1939). Tenemos pocas noticias de ese periodo, pero sí sabemos que aprendió bien el español y que gracias a este conocimiento pudo trabajar en el consulado español en la capital de Hungría, Budapest.

 

 

 

El escritor Baruj Tenembaum, al referirse a este periodo, nos relata la controvertida relación de Perlasca con el fascismo italiano: “Fiel a su condición de simpatizante de las ideas nacionalistas de Gabriele D’Annunzio, se postuló como voluntario para pelear del lado de Francisco Franco en la guerra civil española. Finalizado el conflicto, Perlasca regresó a Italia en donde lo sorprendió el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la alianza entre Mussolini e Hitler. Fue en ese momento cuando Perlasca abandona el fascismo y decide en su intimidad permanecer leal sólo al Rey Victor Emanuel III. El viejo rencor hacia Alemania, país contra el cual Italia había peleado en la primera guerra, y las leyes raciales alemanas de 1935 pusieron un límite a su exacerbado patriotismo. ´No era ni fascista ni anti-fascista; era anti-nazi´, contaría mucho después”.

 

 

 

Después de la guerra civil española, Perlasca aparece en los Balcanes, donde era proveedor oficial del Ejército italiano, y más tarde en Hungría, donde sufriría algunos percances. El otoño de 1943 lo sorprende en Budapest como delegado oficial del gobierno italiano con status de diplomático. Había sido enviado a los países del este europeo con la misión de comprar carne para el ejército italiano. El 8 de octubre el general estadounidense Dwight Eisenhower anuncia la rendición incondicional de Italia a las fuerzas aliadas. Perlasca entonces hace público su juramento al monarca italiano, lo que le cuesta la libertad. El gobierno húngaro, amenazado por Alemania, lo toma como prisionero y lo recluye en un castillo reservado para diplomáticos.

Pero Perlasca, siempre habilidoso, ingenioso y huidizo, luego de unos meses de cautiverio aprovechó un pase médico que le permitía viajar dentro de Budapest para escaparse y pedir asilo en la Embajada de España, el país de sus aventuras juveniles. Súbitamente Giorgio pasó a llamarse “Jorge”, con iguales derechos a los de un ciudadano español. Se hace buen amigo y cómplice del embajador español, Angel Sanz Briz y al poco tiempo comenzó a colaborar con las acciones de rescate de judíos que ya el diplomático había comenzado a poner en marcha. Los judíos habían comenzado a ser asesinados o deportados por los fascistas húngaros aliados de los nazis; la situación era desesperada y la muerte acechaba en cada esquina.

Así nos cuenta Yad Vashem este capítulo fundamental en la vida de Perlasca: “Gracias a sus relaciones y al diploma de reconocimiento recibido en España, obtuvo un pasaporte español de Ángel Sanz Briz, encargado de negocios en la embajada, y comenzó a trabajar en la legación, ocupándose de visitar y ayudar a los refugiados alojados en casas que recibían protección diplomática por parte de países neutrales, entre ellos España. Al abandonar Sanz Briz la ciudad, por temor al ejército soviético que avanzaba sobre Budapest, Giorgio Perlasca se presentó ante las autoridades húngaras como su reemplazante, utilizando documentos falsificados. Como representante español, Giorgio Perlasca advirtió al Ministerio del Exterior húngaro que no perjudicase los intereses del país que representaba en Hungría, ya que se arriesgaban a represalias contra los ciudadanos húngaros que vivían en España. Con esta amenaza, Giorgio Perlasca trató de defender a más de 2.200 judíos que se encontraban en las casas protegidas. Además, continuó visitándolos y suministrándoles provisiones pese a la escasez reinante en la ciudad sitiada”.

En ese tiempo terrible y angustiante, Perlasca se movía como pez en el agua y mostró todas sus dotes del gran simulador que era para ayudar a miles de judíos cuya vida pendía de unos papeles salvadores. El Ejército rojo estaba a las puertas de Budapest, pero eso no detenía a las fascistas ni a los alemanes en su implacable cacería humana de judíos indefensos. El gueto ya casi había sido liquidado y la única posibilidad de salvar la vida era alojándose en las casas que habían abierto Perlasca y antes Sanz Briz.

 

AUTONOMBRADO EMBAJADOR DE ESPAÑA

Se autonombró Embajador de España y en un papel con membrete oficial redactó su designación como representante del gobierno de Franco. Entregó el documento falso a las autoridades de la Cancillería húngara que lo aceptaron sin reservas. Acto seguido, puso bajo su custodia a miles de refugiados ocultos en las casas españolas y, al igual que el diplomático sueco Raoul Wallenberg, negoció con los sabuesos nazis para bajar de los trenes a la mayor cantidad de condenados a muerte en los campos de exterminio.

En ese duro invierno de 1944, hasta que llegaron los soviéticos en enero de 1945, Perlasca fue muy activo, escondiendo, dando cobertura y alimentando a miles de judíos en Budapest, así como expidiendo salvoconductos basados en la ley de derecho a la ciudadanía española que había aprobado Miguel Primo de Rivera en 1924 para los judíos de origen sefardí, tal como Sanz-Briz había venido haciendo. En cierta medida, Perlasca tuvo en Sanz Briz un gran maestro de la farsa, pero con fines humanitarios y para salvar vidas. Ambos sabían que mentían a los fascistas húngaros, pero en este caso el fin sí justificaba los medios. 

Pero también hay que destacar de Perlasca su determinación y firmeza frente a los fascistas, tal como nos relata en sus páginas Yad Vashem: “El 6 de enero de 1945, contados días antes de la caída de Budapest en manos de la Unión Soviética, Raoul Wallenberg de Suecia, Carl Lutz de Suiza y Giorgio Perlasca, se encontraron con el Ministro del Interior húngaro para amenazarlo con represalias por parte de los Aliados, si los húngaros y los alemanes se atrevían a ejecutar los planes de liquidación del gueto judío en Budapest y si atacaban a sus protegidos en las casas que se encontraban en el ´gueto internacional´. De este modo lograron salvarlos”. 

Finalmente, Perlasca, tras ser tomada Budapest por el Ejército rojo, huye de la ciudad y llegaría a Italia, tras un azaroso viaje, donde viviría el resto de su vida. Luego la historia de Perlasca, su heroísmo anónimo, caería en el olvido y nadie más, ni siquiera él, volverían a recordar aquella gran gesta. Había actuado conforme a sus creencias como un hombre bueno, pensaba Perlasca, y no merecía ningún reconocimiento público.

El periodista Pau Vidal, en las páginas del diario El País, nos recuerda cómo se descubrió todo: “Giorgio Perlasca era un comerciante italiano que en el invierno de 1944 se hizo pasar por cónsul español en Budapest para salvar de la deportación a 5.000 judíos húngaros. Pero esta acción quedó silenciada hasta 1989, cuando un comité de supervivientes le descubrió en su Padua natal e instó al Parlamento de Hungría a concederle la medalla de oro. Su historia no llegó a Italia hasta un año después, cuando el periodista Enrico Deaglio le dedicó un programa televisivo a raíz de su inclusión en el Parque de los Justos de Jerusalén. Y del reportaje nació el libro biográfico La banalidad del bien (publicado en Italia en 1991 y traducido después al húngaro y al alemán), que ahora Herder acaba de presentar en versión española. El título, según explica Deaglio, es una inversión del que se publicó tras el juicio al criminal de guerra Eichmann, de quien su abogado dijo que no era un monstruo sino un hombre banal. “Precisamente el mérito de Perlasca”, añade, “es que sale a la luz justo en plena caza del mal, es decir, de nazis escondidos. Él es todo lo contrario, un héroe del bien”.

Entre 1989, en que es nombrado por Yad Vashem como Justo de las Naciones, y el año de su muerte, en 1992, Perlasca fue honrado con varias distinciones, medallas y premios en reconocimiento a su labor humanitaria en la salvación de miles de judíos en Hungría. Pero ha sido gracias al film “Perlasca, an Italian hero” y a libros como el del periodista Enrico Deaglio, “La Banalità del bene. Storia di Giorgio Perlasca”, que el mundo conoce hoy la historia de este salvador del Holocausto.

Fuentes citadas y consultadas:

Yad Vashem:
https://www.yadvashem.org/es/righteous/stories/perlasca.html

El País:
https://elpais.com/diario/1997/11/28/cultura/880671603_850215.html

Wikipedia:
https://elpais.com/diario/1997/11/28/cultura/880671603_850215.html

The International Raoul Wallenberg Foundation:
https://www.raoulwallenberg.net/es/salvadores/diplomat/perlasca-gran-simulador/

por Ricardo Angoso

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