EL HOLOCAUSTO CONTADO Y NARRADO POR LAS MUJERES
Escritoras como Lenka Reinerová, Esther Safran y Linda Kinstler nos relatan muchos aspectos desconocidos del Holocausto, desde ángulos muy diferentes, y sobrevivientes como Ida Glasberg y Charlotte Delbo nos cuentan con todo lujo de detalles el día a día del mismo en toda su brutal dimensión.
Por Ricardo Angoso
Aunque no hay datos fehacientes de cuantas mujeres murieron en los campos de la muerte, no por el hecho de ser mujer los nazis las trataban mejor que a los hombres, sino que el sadismo en el maltrato que les causaban fue a veces hasta superior al infligido a sus compañeros de cautiverio e infortunio. Las tropas alemanas, en los países que iban ocupando sucesivamente, no distinguían en sus matanzas entre mujeres y hombres, ni siquiera mostraban piedad ante los ancianos, niños o embarazadas. Pero no solamente eran las tropas alemanas las que causaban el terror, ya que en casi todos los países ocupados los nazis se encontraron con numerosos colaboradores que los ayudaron en sus crímenes y que se acabaron convirtiendo en los verdugos voluntarios de Hitler.
Las mujeres durante el Holocausto fueron víctimas antes de ser asesinadas de maltrato sexual, violaciones, privaciones de todo tipo, experimentos médicos despiadados, torturas brutales y, finalmente, el exterminio masivo sin contemplaciones, bien en las cámaras de gas, diezmadas por las enfermedades o en matanzas brutales masivas. De todos estos hechos, las que vivieron para contarlo dan testimonio en sus obras, aunque algunas, como fue el caso de Ana Frank, no viviría para ver publicado su diario y moriría junto a una buena parte de su familia en las cámaras de gas de Bergen-Belsen. A continuación recogemos algunos de los testimonios más significativos de algunas mujeres que nos dejaron sus terribles historias para la posterioridad.
Charlotte Delbo. La historia que nos narra la francesa Chalotte Delbo en su libro Ninguno de nosotros volverá es un relato alucinante, casi escrito desde la frontera con la muerte, y resulta sorprendente por lo que relata que sobreviviera en las condiciones tan extremas que padeció y sufrió junto con otros centenares de mujeres. El libro es casi un registro notarial de la vida en un campo de concentración, con sus sufrimientos diarios y cotidianos, y las memorias de una persona desesperada que sabe que está condenada a morir, aunque en su caso el destino le deparó la suerte de poder sobrevivir para contarlo. En 1942, Charlotte Delbo fue detenida en París y encarcelada por ser miembro de la Resistencia francesa y, en 1943, deportada al campo de concentración de Auschwitz-Bikernau junto con un grupo de doscientas presas francesas, de las que solamente sobrevivieron cuarenta y nueve.
“Inmóviles en el hielo en que estamos atrapadas, inertes, insensibles, hemos perdido todos los sentidos de la vida. Ninguna dice: “Tengo hambre. Tengo sed. Tengo frío”. “Transportadas de otro mundo, de pronto nos vemos sometidas a la respiración de otra vida, a la muerte viva, en el hielo, en la luz, en el silencio”, escribiría Delbo. Pero, contra todo pronóstico, Delbo sobrevivió a los campos y regresó a la vida normal -si se le puede llamar así después de Auschwitz-, residiendo entre Ginebra y París tras la guerra. Falleció en 1985, a los setenta y dos años, en la capital francesa, pero nos dejó su relato desgarrador y, por tiempos realmente increíble, para la eternidad. Su libro no deja impasible a nadie, sino que proyecta emoción y ansias de vivir en cada palabra.
Esther Safrán Soer. La vida de la escritora judeopolaca Safrán Soer cambió cuando comenzó a escarbar en el pasado de su familia, más concretamente en el de sus padres, ambos sobrevivientes del Holocausto, y descubrió con horror la peor cara del espíritu humano y su naturaleza criminal. Pero no por ello cejó en su empeño y se dedicó en cuerpo y alma a reconstruir un pasado terrible, repleto de vidas rotas y crímenes anónimos sin respuestas ni tumbas donde honrar a los muertos. Eran los millones de hombres y mujeres asesinados durante el Holocausto.
Sus memorias de este periodo, Todavía seguimos aquí, es un libro sorprendente, fascinante e impresionante. La autora, Safran, es una suerte de Sherlock Holmes. Con una gran habilidad, un trabajo de investigación preciso y agotador y un gran olfato para dar con las pistas que le permitan reconstruir su historia familiar, Safran logra arrancar del silencio este relato sobre sus padres y la familia asesinada de su progenitor en el Holocausto. En esa búsqueda incansable y sin tregua, Safran viaja hasta Ucrania, buscando los lugares donde se perpetraron los crímenes, y habla con algunos de los testigos de todas esas pequeñas historias que le permiten construir, encajando todas esas piezas, este libro apasionante y conmovedor que atrapa desde las primeras páginas hasta el final.
DE LETONIA A RUMANIA Y TRANSNISTRIA PASANDO POR PRAGA
Linda Kinstler. De cómo se encuentra Linda Kinstler de golpe frente al Holocausto en Letonia es una historia larga, plagada de más incógnitas que certezas y que tiene mucho que ver con su familia, mas concretamente con su abuelo, quien durante la Segunda Guerra Mundial se movió en ese terreno difuso de la colaboración con los ocupantes y la mera sobrevivencia en un mundo terrorífico y sin límites morales. Nunca se supo si fue un colaborador de los nazis, perpetrando los más viles crímenes contra los judíos, como sospecha alguna vez Linda en su libro, o un ex agente del KGB. O ambas cosas a la vez, lo cual en esa época delación, muerte y terror no hubiera sido nada raro.
Entonces, el hilo conductor de todo el libro, donde se relatan sangrientos y siniestros episodios del exterminio de los judíos en Letonia, es el abuelo de la autora, Boris Kinstler, y en busca de respuestas sobre el personaje, Linda Kinstler descubre sus vínculos con un hombre llamado Herbert Cukurs, conocido como el “Carnicero de Riga”, implicado en el asesinato de 30.000 judíos en Letonia. Tras muchas indagaciones y horas de investigación, la autora no consigue desentrañar el misterio de su desaparecido abuelo durante la glaciación soviética pero por el camino pone sobre la mesa el polémico revisionismo letón sobre algunos personajes siniestros colaboradores de los nazis, como el mismo Cukurs, el ominoso silencio de una buena parte de la sociedad ante las matanzas perpetradas contra los judíos y el olvido de unos hechos terribles que siguen enfangando a una buena parte de los considerados “héroes” letones.
Lenka Reinerová. La escritora judía Lenka Reinerová, nacida en Praga en 1916, recrea en varias de sus historias agrupadas en su obra Visita al lago de los cisnes, la historia de una ciudad y un país que no pudo ser porque fue destruido en la larga pesadilla que se inició en 1933, cuando Hitler llegó al poder en Berlín. Cinco años más tarde, en 1938, los civilizados occidentales, conducidos por Francia y el Reino Unido, entregaron a los nazis los Sudetes. Luego, en marzo de 1939, los checos, presionados por los alemanes y abandonados por todos, se rindieron y aceptaron convertirse en el Protectorado de Bohemia y Moravia bajo la ocupación nazi. Resonaban en las calles de Praga las botas nazis y el sueño multiétnico checo se acababa para siempre de un golpazo. Checoslovaquia había dejado de existir en los mapas de Europa.
Lenka, que se encontraba en Rumania cuando los nazis invadieron su país, pudo escapar primero a París, donde sería detenida y deportada a África, y después hacia las Américas, donde lograría salvar su vida, pero no de la de su familia, que sería enviada a los campos de la muerte por los nazis. Tras terminar la guerra, Lenka regresó primero a Yugoslavia, su marido al que había conocido en el exilio era serbio, y después a su Praga natal, que ya no era la misma. Ahogada la vida social, política y cultural bajo el yugo comunista, Lenka fue encarcelada durante un tiempo. No en vano, la creadora tenía todos boletos para ser detenida: judía, sobreviviente del Holocausto, escritora y antigua exiliada en el “contaminado” Occidente. Luego fue liberada, pero Lenka ya nunca más volvió a creer en utopías y mucho menos en el socialismo. Paradójicamente, cuando falleció, en el año 2008, Lenka era la última escritora checa que escribía en lengua alemana en su país.
Ruth Glasberg. Ruth es autora de un libro, Ruth,s Journey: a Survivor`s Memoir (Lágrimas secas, en su edición en español), donde cuenta su trágica historia y la de su familia. Aparte de su obra, Glasberg ha sido una divulgadora de lo que significó el Holocausto, y ha trabajado en los últimos años con pasión y firmeza en la defensa del recuerdo de aquellos luctuosos hechos que hoy todavía empañan a la humanidad entera. Su largo periplo tras acabar la Segunda Guerra Mundial le llevó a Rumania, a la Unión Soviética, a Chipre, a Israel, a Colombia y, finalmente, a los Estados Unidos, donde vive actualmente en la ciudad de Miami.
La autora de este libro, que por cierto es difícil de encontrar, es una fuente de la historia sin intermediarios. Padeció el Holocausto en Transnistria y fue testigo en primera persona de las atrocidades, penalidades y el martirio de miles de judíos a manos de los nazis y sus verdugos voluntarios de entonces, los fascistas rumanos. Toda su familia padeció en estos terribles hechos que hoy debemos recordar porque “si nosotros callamos, ¿quién hablará?”, como señalaba muy oportunamente el escritor Primo Levi. Aparte de estas consideraciones, Ruth ha dado a conocer uno de los episodios más desconocido del Holocausto: la tragedia de los miles de judíos asesinados durante el Holocausto en Rumania y Transnistria, hechos que hoy se pretenden edulcorar y revisar en casi toda Europa del Este.
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